miércoles, 1 de agosto de 2007

Como Templar el Acero:


Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después, de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a dios.

Durante muchos años trabajo con ahínco y practico la caridad pero, a pesar de toda su dedicación nada parecía salir bien en su vida.
Muy al contrario: sus problemas y deudas se acumulaban cada vez mas.
Una hermosa tarde un amigo que lo visitaba y que se compadecía de su difícil situación comento:
Es realmente muy extraño que justamente después de que resolvistes convertirte en un hombre temeroso de Dios, tu vida empezó a empeorar. Yo no deseo debilitar tu fe pero es evidente que a pesar de toda tu creencia en el mundo espiritual, nada ha mejorado.

El Herrero no respondió inmediatamente: el ya había pensado eso muchas veces, sin entender lo que sucedía en su vida. Sin embargo como no quería dejar a su amigo sin respuesta, empezó a hablar y termino encontrando la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:




“Yo recibo en este taller el acero no trabajado y debo transformarlo en espadas. ¿ Sabes como se hace? Primero caliento la chapa de acero con un calor infernal, hasta que quede roja. Después, sin piedad, le aplico varios golpes con el martillo mas pesado hasta que la pieza adquiere la forma deseada. A continuación la sumerjo en un balde de agua fría y todo el taller se llena con el ruido del vapor, mientras la pieza estalla y grita a causa del súbito cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta conseguir la espada perfecta, pues una sola ves no es suficiente.
“ A veces el acero que llega a mis manos no consigue aguantar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua terminan por llenarlos de rajaduras. Y yo se que jamás se transformara en una buena lamina de espada. Entonces simplemente, lo coloco en el montículo de hierro viejo que vistes a la entrada de mi taller.

Tras una nueva pausa, el Herrero concluyo:
“Se que Dios me esta colocando en el fuego de las aflicciones. He aceptado los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frió e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero lo único que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga tomar la forma que espera de mi. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las almas”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen relato para refexionar.
saludos,siempre leo tu blog

Anónimo dijo...

Hola a todos! Así es la vida, a veces pasamos por circunstancias tan difíciles, de las que no creemos que podriamos salir vivos o ilesos, y resulta que no son más que "pruebas" que nos permitirán, una vez superadas, ser más maduros, libres, fuertes y en algunas ocasiones más espirituales y menos superfluos. Muy bien hermano, bonito relato. Saludos!

Acerina dijo...

Woooooow!!!!

Demasiado bueno... Espero que Dios Padre tampoco desista comnigo... Como el es puro amor, supongo que nos tendrá paciencia a todos!!!!

Besos... y gracias...

Fernando dijo...

Saludos, nacho acerina y quien opino sin dejar nombre, en esta montaña rusa que es la vida, igual me he llevado mis trancazos, pero pienso que es en eso momentos difíciles, que dios esta acompañándonos, y por muy negativa o difícil que puede ser una situación o momento, algo positivo se puede sacar, al final es parte fundamental en el crecimiento personal, siempre habrá un camino que recorrer, dificultades que enfrentar lo importante es que siempre, nos acompañe.

La Hija de Zeus dijo...

Hermosa reflexión.. dicen que los golpes te hacen fuerte..

También hay quienes dicen que todo tiene un lado positivo, con este punto no estoy tan de acuerdo, es díficil conseguirle lo bueno a la muerte de un hijo.

Un besote