Vivimos
en un mundo donde sólo importa cada uno, el individualismo está presente en
cada paso que damos, lamentablemente. Sin embargo, es muy extraño escuchar a
alguien decir que se toma unos minutos al día para realmente pensar en si mismo
de la mejor manera posible, ¿cómo? Mediante el silencio.
Es que el
silencio es una excelente herramienta para muchas cosas, desde enriquecer
nuestra vida interior a “bajar varias revoluciones” cuando estamos ansiosos,
nervioso o estresados. Es necesario parar de hablar un momento, dejar de
escuchar la televisión o a las personas (desde la pareja a los amigos,
pasando por los políticos a los periodistas) y comenzar a conectarnos más con
el silencio.
Los
estímulos que nos rodean (publicidad, televisión, radio, PC, ruidos,
conversaciones, bocinas) hacen que nuestro cerebro siempre esté en “alerta”. Estamos
continuamente pendientes de lo que ocurre más allá de nuestro cuerpo, hasta
cuando dormimos. Sin ellos, podemos sentirnos solos, abandonados, con miedo, etc.
Pero,
¿Qué puede suceder si nos quedamos en silencio verdadero, ese que sólo está en
el campo, en el amanecer, en el mar fuera de temporada? ¿Qué es lo que se puede
encontrar en este silencio o falta de sonidos molestos? ¿qué tiene para
aportarnos a nuestro despertar como personas?
El silencio en el mundo occidental, dice el psicólogo chileno Claudio Araya
en su libro “el mayor avance es detenerse”, está desvalorizado.
Se cree
que es algo malo, que no podemos quedarnos callados o no escuchar nada por
algunos minutos. Tal como podemos ver o analizar al mundo hoy,
pareciera que le tenemos mucho miedo al
silencio.
Según el escritor español Raimon Panikkar,
una de las enfermedades
del hombre moderno es la “sigefobia”, justamente, el temor al silencio.
Esto se debe a que vivimos en una sociedad donde el poder más terrible a
disposición es el ruido, el sonido. Por el contrario, el
silencio
se presenta como un lujo muy costoso. Para no oír debes ser demasiado rico. No
sólo los niños tienen terror del silencio, sino cada vez más adultos. Por ello
es que nos musicalizan hasta el elevador (¿te habías puesto a pensar en eso?).
Estas son las palabras de Araya.
El espacio íntimo del silencio
Es frecuente que surja incomodidad cuando hay silencio, ¿por qué? Porque es
un espacio íntimo de cada uno de nosotros que no ha sido explorado a fondo
todavía. Cuando estamos con otras personas y por alguna causa paramos de
hablar, nos sentimos en una situación embarazosa, por ejemplo. Cuando
escuchamos un programa de radio y el locutor tarda dos segundos en volver a
hablar, pensamos que algo malo a ocurrido y nos llama la atención. Sin embargo,
en muchos casos,
es más saludable quedarse callado a hablar de más.
Estar en silencio nos ayuda en la salud psíquica. Por ello, los psicólogos
recomiendan para tener una vida interior tranquila y en
paz,
tener momentos de silencios, sobre todo después de una jornada caótica en la
empresa, en una ciudad con problemas de tránsito y repleta de ruidos a toda
hora.
Es necesario que paremos un poco y nos sentemos a reflexionar.
Esto se consigue únicamente, con la ayuda del silencio. Estar solo en
casa o irse a algunos kilómetros del centro sirve para analizar ciertas
cuestiones: qué quiero, qué necesito, qué me preocupa, cómo actuar, cómo
continuar, qué decidir, etc.
Poder encontrar y disfrutar del silencio de nuestro interior puede sonar
irónico, porque dentro de nuestra mente y cuerpo hay un sinfín de ruidos y
sonidos, que no se manifiestan con palabras pero pueden ensordecer mucho más
que cualquier otra cosa.
Lo que está contenido debe salir, porque
cuánto más tengamos problemas en escucharnos, más dependeremos del mundo
exterior para poder resolver nuestra vida.
Con la vorágine del día a día, la rutina, las obligaciones, el llegar
primero, el llenar la agenda de actividades, etc,
carecemos de riqueza
interior, no podemos interpretar las señales que nos brinda el cuerpo, no
estamos acostumbrados a las prácticas beneficiosas como ser la
meditación
o el yoga, que nos acercan a nosotros mismos, aumentando el contacto con lo que
realmente nos pasa.
Las excusas no tardan en aparecer, porque en esta tarea juegan mucho
la voluntad y la disposición para poder trabajar en la relajación y la
obtención del tan ansiado o bendito silencio. Es probable que digamos
que no tenemos tiempo para sentarnos a “escuchar la nada”, hacer una práctica
de
meditación
(ni siquiera es necesario ir a un centro especializado, lo podemos armar
nosotros mismos en casa con velas, inciensos y almohadones), pasar cinco
minutos sin el televisor encendido, etc.
Cuánto más tiempo dejamos pasar para reencontrarnos con nosotros
mismos, más momentos de silencios vamos a precisar. El
autoconocimiento es vital para alcanzar la felicidad (que tanto buscamos) y
también para poder resolver los problemas que nos aquejan en todos los ámbitos
de la vida. Por ello, no debemos tenerle miedo a la falta de sonido, a la
carencia de ruido o de palabras dichas. Todo lo contrario, es preciso que
aprovechemos esos momentos que nos podemos regalar o que el mundo “conspira”
para ofrecerlos.
No dejemos pasar esa oportunidad de estar en sintonía
con nuestro interior y lo que nos ocurre.