sábado, 13 de diciembre de 2008

Perdonarse a sí mismo: fuente de gran plenitud - PARTE II -

Imagen : La gran Sabana - Venezuela

El perdón (la etimología viene del latín donare) es un don, es un acto de gratuidad. El amor es una palabra muy grande para los humanos que tantas veces somos tan mezquinos. Una cita de Marguerite Yourcenar en Memorias de Adriano: nos está contando el emperador romano Adriano (siglo I D.C.), gran humanista, sobre la cacería y qué le enseña a él acerca de la vida y exclama: “El justo combate entre el hombre y las fieras parece apenas leal comparado con las emboscadas de los hombres”, o sea, que nosotros somos peores que las fieras. En este mismo sentido, por momentos uno también siente la vigencia de ese viejo proverbio castellano: “Mientras más conozco a los hombres más amo a mi perro”.

Entonces, el perdón es un don, el perdón es exponerse, desnudarse, porque yo me desnudo frente al otro en la medida en que lo amo, porque le tengo total confianza, y es pedir perdón o perdonar porque he sido infiel al amor, porque me he dejado llevar por el desequilibrio del ego, por eso es tan importante el perdón y por eso el perdón es una fuente inagotable de paz interior. Y nos encontramos con el terrible drama de la vanidad: Uno no perdona cuando se cree perfecto y por consiguiente cuando cree que los demás también tienen que ser perfectos. Es decir, no se perdona a sí mismo. Yo no perdono al otro cuando no soy capaz de perdonarme a mí mismo.

¿Por qué no perdono? Porque el otro tiene que ser perfecto, porque yo soy perfecto. En la medida en que yo me conozco a mí mismo, sin decirme mentiras, y por consiguiente reconozco mi falibilidad y mi contingencia, es en esa medida en que yo conozco al otro que es mi congénere, mi semejante, y quien por consiguiente, también es falible. Por eso el perdón es el correlato del amor.

Dos relatos del evangelio nos ilustran al respecto. El primero, es el de la mujer sorprendida en el acto mismo de adulterio, que conforma una de las más bellas páginas de la literatura universal. Le dice Jesús a esta mujer: “Nadie te condena, pues yo tampoco te condeno, vete en paz y no vuelvas a pecar”. Si el Justo, Jesús de Nazareth, perdona y no condena, entonces qué nos queda al resto, que nos sabemos injustos tantas veces. Pero si ésto no nos basta, entonces pasemos a una página todavía más sublime de la literatura universal en la cual Jesús está clavado en la cruz, el crimen del inocente, y sus verdugos vanidosos infames, envidiosos insoportables se burlan de El. Se trata de sus propios asesinos ¿y El los condena? No, simplemente exclama: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Cuántas veces nosotros no sabemos lo que hacemos, maniatados por tantos intereses y por tantas vanidades que atraviesan nuestro corazón, porque todo corazón humano está atravesado por vanidades y por intereses pequeños, mezquinos, y terminamos haciendo lo que no sabemos, lo que no queríamos hacer. Como dice Pablo de Tarso: “Hago el mal que no quiero y no hago el bien que desearía hacer”, ésto es una honda descripción de lo que es la humanidad.

¿Qué movimiento interno tiene que haber para realmente perdonar y salir de ese dolor, de esa ira, de esas ganas de venganza? Yo tenía una tía muy amada por mí a quien asesinaron en su cama por robarla, y tenía un amigo jesuita muy querido, un hombre extraordinario a quien asesinaron a las 6 de la tarde al frente de la iglesia de Tierra Alta, Córdoba. Todo indica que fue un operativo combinado entre paramilitares y un sector de la fuerza pública. Inmediatamente uno siente mucha rabia y deseos de matar, eso sí lo reconozco.

Pero hay que dar un segundo paso, y ¿yo qué saco respondiendo con la misma moneda? … saco una sola cosa: aumentar la vorágine de violencia, porque la violencia sólo trae más violencia, por eso sabiamente dice Jesús en el Evangelio: “el que a hierro mata a hierro muere”. Ahí en medio de ese dolor mío tan tenaz, Dios me colocó en un paradero, en el de la cruz de Cristo, “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Perdonar no significa que la sociedad permita que el secuestro, el asesinato o la extorsión campeen, no, de ninguna manera, tenemos que luchar para superar estos tremendos males.

El perdón es un proceso, ésto no se da en 24 horas. Es un proceso que puede tomar meses, inclusive años. Cuando sucede lo de mi tía, siento una gran rabia, siento un gran dolor, lo que primero uno siente es: “Quién la mató y yo lo vuelvo picadillo !!!!!!”, este es el primer impulso.

Simultáneamente hay un sentimiento de impotencia total. Ella está muerta, la mataron. Después viene la pregunta ¿qué hago? estoy resumiendo un proceso de meses. La imagen de ese cadáver ensangrentado sigue durante meses produciendo esa rabia. Estaba con esa duda ¿qué hago? Entonces empezaba a contemplar diferentes posibilidades: Me consigo a alguien para matar a los asesinos de mi tía. Pero entonces ahí en mi conciencia surgía una voz: “usted qué gana con eso, ya su tía está muerta, ya no va a volver a vivir en una forma espacio temporal, usted es un creyente en Jesús y usted sabe que su tía fue una persona buena y ella está viviendo en usted de otra manera”. Sin embargo, la presencia carnal espacio temporal de ella desapareció, y ésto es lo que más le duele a uno.

Pero el núcleo del asunto está en que yo no voy a recuperar dicha presencia matando a los asesinos, entonces ¿qué gano yo? ¿qué gano? Odio, rabia, y producir más asesinatos, hacer lo mismo y producir el mismo dolor que yo estoy sintiendo. Fueron meses de estar en esas sin salidas, en ese vaivén de sentimientos opuestos y en un momento determinado, insisto, recurrí a la cruz de Cristo, “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, y en ese instante empecé a experimentar una gran paz interior. Es un proceso de meses. Esto no significa que hay que dejar el crimen en la impunidad, hay que luchar contra el crimen teniendo muy presente que la primera y más importante de forma de lucha contra este terrible flagelo es acabar con su más grande caldo de cultivo, que sin lugar a dudas es el desempleo y la discriminación social.

En última instancia lo que impide perdonar es la soberbia, la vanidad y los contextos sociales que niegan la experiencia del amor. No hay perdón ni conocimiento de sí mismo. Lo que falta es amar de verdad. Amar es reconocer al otro y ayudarle a corregir sus comportamientos torcidos. Vuelvo a las palabras de Jesús: “Nadie te condena, yo tampoco te condeno, vete en paz, y no vuelvas a pecar”. Perdonar es no odio, no resentimiento, es un cambio de actitud y de comportamiento. Reparar el daño hace parte del perdón.

El perdón es trascender, vocablo que viene de dos palabras latinas: trans- scendere, scendere es subir, y trans más allá, o sea, subir más allá. Estrictamente hablando no se trasciende hacia arriba, se trasciende hacia delante, porque trascender hacia arriba es fugarnos de lo concreto, trascender hacia delante es crecer dentro del corazón mismo del conflicto.

En el evangelio Dios no castiga. Dios nos ama, y la única vía de saber ésto es sintiéndolo. Dios lo único que hace es amar e impulsarnos a amar. Dios es amor, es perdón. Concilio Vaticano II: ¿quién es Jesús? Jesús comunica la plenitud del hombre al propio hombre, luego ¿quién es Jesús? la plenitud del hombre. Por ende ¿quién es Dios? Sin duda no es un Señor que está en la estratosfera, es un Señor que está en lo más íntimo de uno mismo y es la plenitud de lo humano ¿Quién es Dios? Es la fuerza del amor en ti, por eso dice Pablo que llegaremos a ser algún día uno en Dios, en ese sentido a ser Dios.

Hay que diferenciar entre ser Dios y ser dioses. Ser dioses es el que no se perdona a sí mismo, el soberbio, pero ser Dios es ser uno en el amor, es decir ¿quién es Dios? la plenitud de la mujer y del hombre. Esto tiene muchas consecuencias. Tú eres Dios en la medida en que amas. Esto es muy profundo, no se puede ni tocar, esto se vive. La única captación que tenemos de que nosotros cada vez somos más Dios la da en la medida en que nos dejamos llevar por el amor, y ésto sólo se vive.

Escrito por : sacerdote jesuita y teólogo Carlos Novoa

enviado por:

Freddy Diaz

Colaborador

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen Post! Muchas veces la soberbia, el orgullo, la vanidad y sobretodo el amor propio, no nos dejan reconocer que si perdonamos, nos hacemos más grandes como personas, evolucionamos como seres humanos y no permitimos que el rencor y la ira carcoman nuestra capacidad de amar.
Saludos Freddy, Fher y Caminantes!

Myriam dijo...

Asi es el Perdon, es un proceso!
y no hay perdon posible sin conocimiento de si mismo,
que importante es tenerlo presnete.

Gracias por este magnifico post!

Carinios

Myriam dijo...

ahhh y agrego,
mas alla de las implicancias religiosas del perdon,

no hay proceso de sanancion posible,
que no involucre en si misma el proceso del perdon.....
solo asi, sanamos verdaderamente nuestro interior y solo asi, podemos
crecer como persona.

Un abrazo

Silvia E.Duraczek dijo...

Qué buenos artículos estos sobre el perdón!
Me encantaron...es una pena que los hombres cada vez más estemos cegados por la apariencia, el egocentrismo, el desamor...y cada vez más alejados de Dios.
Saludos desde Argentina.